El ascenso de las dos serpientes by Max Gladstone

El ascenso de las dos serpientes by Max Gladstone

autor:Max Gladstone [Gladstone, Max]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-28T16:00:00+00:00


27

Caleb dejó sola a Mal mientras ella trabajaba. No tenía suficiente hechicería para ayudarla y se la veía más a gusto sin él. En realidad, no exactamente más a gusto. Más bien trabajaba en un silencio frágil que él temía romper.

Los alcaides hicieron un reconocimiento de la escena. Cuatro y Seis cubrieron los cadáveres con mortajas y tomaron fotos de cada víctima para análisis posteriores. Tres se había roto el muslo en la batalla y descansaba junto a la nerviosa e inquieta Uno, a quien Allie había atrapado en una pesadilla recurrente. Cuatro dijo que despertaría pronto.

—Si no, tenemos gente que puede hacerle recobrar la razón.

Siete caminaba alrededor de la estación a paso moderado, formando recuerdos detallados que los especialistas en Dresediel Lex recuperarían después.

Los couatls volaban sobre ellos. Uno se tragó de un solo mordisco a un ave del lago desprevenida y las plumas se desperdigaron en la brisa.

Allesandre estaba colgada de su pesebre de alambres.

Caleb siguió a Siete, escuchando sus pasos y el agua. Los cristales rotos destellaban a sus pies, y se arrodilló para recoger una esquirla y arrojarla al lago. Desapareció en el brillo reflejante de su superficie. La luz lo inmovilizó e hizo que incluso su sombra se viera pequeña.

Se volvió hacia Mal, que estaba quitando cables de la piel de Allesandre. Se acercó, pero ella no alzó la mirada.

—¿Estás bien?

Ella se detuvo en medio de su incisión. La sangre chisporroteaba en su cuchillo.

—¿Tú qué crees? Ve a matar a un amigo y dime cómo te encuentras después.

—Lo siento.

Ella siguió trabajando como si no lo hubiera oído.

—Quisiera ayudarte. Pero no sé cómo.

Ella no respondió, así que él se encogió de hombros, tomó uno de los alambres a sus pies y cerró los ojos. Una brillante red cargó de luz la oscuridad, extendiéndose desde la estación en todas las direcciones, representando el sistema que bombeaba y trataba el agua de Seven Leaf y la enviaba al sur, a Dresediel Lex.

La red estaba enferma. Los gruesos hilos colgaban flojos; las hebras delgadas estaban enredadas. El alambre se hallaba retorcido como un animal agonizante. Cogió un hilo suelto y lo tensó.

La Estación Seven Leaf se convulsionó, Mal maldijo, los couatls rugieron y los ojos de Caleb se abrieron de golpe. Los alcaides habían sacado sus armas y miraban al lago, como si esperaran que una especie de ser escorpión emergiera de sus profundidades.

Mal lo cogió de la muñeca.

—¿Qué estás haciendo?

—Ayudando, o eso pensaba.

—Allie casi destruye este lugar. Si tiras del hilo equivocado, todo podría desbaratarse. Podríamos hundirnos. O los espíritus atrapados en el lago podrían romper sus cadenas.

Soltó el alambre y la punta de este raspó la plataforma.

—Bien. Gracias.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

—Bueno —dijo ella suavemente, pensando—, levanta ese alambre otra vez y cierra los ojos.

La red colgaba en la oscuridad y ella le tocó el hombro.

—¿Ves las líneas rojas?

Unos fosfenos solares muy tenues seguían a los hilos azules y plateados.

—Sí.

—Esos hilos unen la estación con las serpientes que se encuentran en DL. Sin ellos, tendremos que pasar otra semana reconstruyendo los generadores locales.



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